¿Qué está mal acerca de amar lo que Dios odia?
Por Raquel Schwartz


La Pregunta

¿Tiene el Cristiano el derecho de odiar? ¿Alguna vez es correcto odia? Para ir un paso más adelante: ¿Es pecaminoso amar lo que Dios odia?

Este artículo mostrará que no solamente es correcto odiar lo que Dios odia, sino que equivocado amar lo que Dios odia. Si decimos que tenemos que amar lo que Dios odia entonces estamos tratando de se más santos que Dios. Si trataos de ser más santos que Dios entonces estamos, de cierta manera, haciéndonos a nosotros mismo nuestros propios dioses. Pues Dios dice:”Sed santos porque yo soy santo” (I Pedro 1:16; Levítico 11:44; 19:2; 20:7); y puesto que es Él quien define la santidad cualquier otra definición es impía.

Dios Odia a ciertas Personas y Cosas

Primero, la pregunta de qué es el odio y lo que Dios odia necesita ser discutida. Muchas referencias escriturales declaran claramente que Dios, de verdad, odia ciertas cosa y a ciertas gentes. Primero citaré Proverbios 6:16-19: “Seis cosas aborrece Jehová, y aun siente abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentira, y el que siembra discordia entre hermanos”.

Esta Escritura obviamente muestra que Dios de veras odia el pecado y al pecador que comete ese pecado. “El testigo falso que habla mentira” es una persona a la que claramente Dios odia y es una abominación para Él. Aquel que siembra discordia entre hermanos es, una vez más, una persona. Estas son gentes a las que Dios aborrece, no solamente a su pecado. Esto es importante porque si Dios odiara solamente el acto y no a la persona que comete el acto, entonces nosotros no tendríamos tampoco el derecho de odiar a la tal persona. Sin embargo, algunos podían argumentar que Dios puede hacer cosas que los hombre no podemos: “Dios puede odiar pero no nos ha dicho que nosotros debiésemos también hacerlo”. Una vez más, las Escrituras se dirigen hacia esta situación.

En el capítulo 18 de II Crónicas se nos presenta un registro de cómo el rey Josafat ayudó al rey Acab, un verdadero enemigo de Dios. Más adelante él es reprobado de la siguiente manera: “Y le salió al encuentro el vidente Jehú hijo de Hanani, y dijo al rey Josafat: ¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto.” (2 Crónicas 19:2).

Esto es lo que la Biblia, la Palabra de Dios, declara. ¿Somos nosotros acaso más santos que la Biblia? ¿Somos levantados hacia estándares más altos que los la Biblia y de Dios? ¿Qué es mayor en autoridad que la Palabra de Dios y Dios mismos? La respuesta obvia es que nada es mayor en autoridad que Dios. Puesto que Dios es la definición de santidad, es imposible se más santo que Dios. Cuando decimos que no debemos odiar lo que Dios odia estamos decidiendo por nosotros mismo qué aborrecer y qué es bueno y qué es correcto. Este es el pecado de Adán y de Eva tal y como se nos enseña en el Génesis 3:5.

Examinemos una implicación lógica de la premisa de que el hombre no es libre para odiar a nadie. ¿Debemos amar a Satanás y a los demonios? Después de todo, ¿por qué debiesen ellos ser excluidos? La mayoría de los Cristianos encontrarán abominable esta proposición.

Dios si odia al pecado y al pecador. Los Salmos repetidamente demuestras esta posición: “Jehová prueba al justo; pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece (Salmos 11:5)”.
“Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. Porque tu misericordia está delante de mis ojos, y ando en tu verdad. No me he sentado con hombres hipócritas, ni entré con los que andan simuladamente. Aborrecí la reunión de los malignos, y con los impíos nunca me senté (Salmos 26:2-5)”.

“En tu mano encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad. Aborrezco a los que esperan en vanidades ilusorias; mas yo en Jehová he esperado (Salmos 31:5-6).”

“¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, y me enardezco contra tus enemigos? Los aborrezco por completo; los tengo por enemigos. Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno (Salmos 139:21-24)”.

Los últimos tres versos son la petición de David preguntando al Señor si él le ha sido infiel. David le recuerda al Señor que él ha aborrecido a aquellos que son enemigos de Dios. David sabe muy bien que esto no es injusto.

¿Revisiones Nuevo Testamentarias?

Algunos aseguran que el Nuevo Testamento debe redeclarar lo que el Antiguo Testamento declara para que el Antiguo Testamento sea válido. Esto no es cierto, porque Cristo dice que ni un jota o una tilde de su Ley pasará (Mateo 5:18). Puesto que en aquel punto del tiempo el Nuevo Testamento no había sido aún escrito, él estaba hablando acerca de la porción de las Escrituras que nosotros conocemos como el Antiguo Testamento. Las únicas Escrituras presentes para cuando el Apóstol Pablo estaba escribiendo sus cartas era el Antiguo Testamento. Pablo nunca dijo (y en verdad ningún escritor del Nuevo Testamento lo dijo) que no tenemos que escuchar a lo que el Antiguo Testamento dice. (De hecho, la división de Antiguo y Nuevo Testamento todavía no existía en ese momento). Sin embargo, acerca del tema del “aborrecer” hay un lugar en donde el Nuevo Testamento no solamente se refiere de manera retrospectiva, sino que también afirma, lo que el Antiguo Testamento dijo. Me refiero a Malaquías 1:1-3: Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías. Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí, y convertí sus montes en desolación, y abandoné su heredad para los chacales del desierto”.
En Romanos 9:10-14 Pablo declara: “Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera”.

Definición de Amor y de Odio

Se han provisto numerosos ejemplos para demostrar la realidad de que Dio, de veras, odia y de que existe tal cosa como el odios justo de parte del Cristiano. Sin embargo, es necesario definir las palabras “amor” y “odio” con el propósito de que esta discusión tenga aplicaciones prácticas.

La Biblia nos dice que “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Muchos, sin embargo, interpretan que el verso significa que “El Amor es Dios“ definiendo a Dios en términos del amor en vez de hacer exactamente lo contrario. Dios es el definidor (el que da significado) de todas las cosas. Así que debemos buscar en las Escrituras para vez qué dice Dios que es el amor y lo que Él cita como ejemplos de amo. El dice: “Amor es el cumplimiento de la Ley” (Romanos 13:10); “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15); y por medio del Apóstol Pablo en 1 Corintios 13 se nos dice lo que es el amor.

El concepto de que “El Amor es Dios” se asocia con la concepción evolucionista de que el Dios del Antiguo Testamento difiere del Dios del Nuevo Testamento. Si Dios fue un Dios de “Ira” en el Antiguo Testamento y ahora es un Dios de “Amor”, entonces él evolucionó hacia una actitud tan diferente de la primera. Pero Dios ha dicho que Él nunca cambia. Debido a que la gente piensa que Dios ha evolucionad, ellos tratan sus estándares y su Ley como también cambiando. ¡Pero, ¿ya te fijaste? Dios dice que Él no cambia y nosotros debiésemos saber eso muy bien!

Así que, ¿cómo es que nosotros, como Cristianos, aplicamos el odiar santo a un enemigo de Dios? ¿Significa que somos libres para violar la Ley de Dios al tratar con aquellos que debiéramos odiar? No, porque la Biblia nos dice: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10). Puesto que se nos ha dicho que el “amor es el cumplimiento de la Ley”, nos somos libres de hurtar a nuestros prójimos, ni asesinarlos, o codiciar lo que tienen, o levantar falso testimonio contra ellos, etc. Y esto no significa que no tendremos que testificarle del Evangelio. De hecho, eso sería contrario a la Gran Comisión, que es nuestra labor primaria.

Lo que significa es que no debemos ayudar ni ser cómplices con el enemigo (cualquier enemigo de Dios debiese ser nuestro enemigo también). Esta es la razón por la cual Josafat fue reprendido: Él brindó su ayuda y fue cómplice con el enemigo de Dios (Acab). Algunos ejemplos: (1) No debemos ayudar a los enemigos de Dios a comunicarse entre sí más efectivamente; (2) No debemos ayudar para que un candidato (que es enemigo de Dios) salga electo para un puesto político; (3) No debemos dar de nuestros recursos para asistir al impío.

Conclusión

Con el propósito de ser fieles a nuestro Señor y Salvador debemos amar lo que Él ama y odiar lo que Él odia. Hacer cualquier cosa diferente es intentar ser más santo que Dios, lo cual es pecaminoso en concepto e imposible en la realidad.


* Raquel Schwartz es una estudiante de Home-Schooling, que al momento de escribir el artículo tenía 12 años de edad, en 1998. Reside en San José, California. Raquel es muy activa en música (piano y coros), compite en torneos junior de golf, es una ávida lectora y disfruta del ajedrez. Su materia académica favorita es historia.

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Artículo originalmente publicado en Inglés en Chalcedon Report, Abril de 1998. Traducido por Rev. Donald Herrera Terán, Mayor de 1998.